5599-leinier-ajedrezPor: René Navarro Arbelo/Tomado de su perfil en Facebook

Hace casi dos años y medio dediqué un comentario a quien constituye la persona más trascendente del acontecer deportivo cubano del presente siglo. En aquella oportunidad recibí decenas de opiniones favorables y otras que me tildaban de parcial. Una buena cantidad de amigos que no tuvieron acceso a dicha nota me solicitaron que la repitiera por diferentes vías. El pasado 13 de septiembre, tan pronto recibí la noticia de su medalla de plata individual en la Olimpíada Mundial, redacté unas breves líneas a través dela red social Facebook que inmediatamente tuvieron una positiva repercusión entre sus cientos de seguidores. Necesariamente, para complacer los deseos de aquellos que no tuvieron la posibilidad de dar lectura a dicho texto, les reitero ahora varios párrafos de lo expresado en abril de 2014.

Les confieso que soy y seré uno de sus miles de admiradores. Nací, viví y me formé durante mi niñez, juventud y hasta la edad de 52 años en dos territorios vecinos de la actual provincia Mayabeque: Madruga y Güines. Del segundo de ellos procede el exponente más importante del deporte nacional en estos tiempos.

Un compatriota universal que comenzó a hacer historia desde que era un alumno de la enseñanza primaria. Con toda seguridad es hoy uno de los cubanos más conocidos del planeta. Su nombre ocupa desde hace tiempo titulares y espacios en los medios de difusión de decenas de países; me refiero al Gran Maestro Leinier Domínguez Pérez. No es únicamente el ídolo de Güines- como muchas veces es calificado -, no, sus dimensiones llegan mucho más lejos: es un fiel y respetado representante de Cuba en cualquier lugar del mundo y para orgullo nuestro una de las figuras emblemáticas del juego ciencia. No soy poseedor de cifras que me permitan conocer los cientos de millones de personas que alguna vez se enfrentaron a un tablero y sus correspondientes piezas, pero convencido estoy de que el ajedrez se sitúa entre los preferidos del universo deportivo.

Por suerte de la vida tengo nexos con esa familia desde hace casi medio siglo, cuando Leinier no soñaba nacer. Mi amistad se inició con su abuelo materno, el prestigioso cirujano Dr. Luis Pérez Abreu. Fallecida tempranamente la madre de Leinier y su hermano Lemay – muy pequeños ambos- quedaron bajo el abrigo de papá Aurelio y sus queridos abuelos. Ejemplar educación recibieron esos niños de 9 y 6 años, respectivamente.

Constituida ya una familia, hoy Leinier se acerca a los 33 años de edad y no conozco a nadie dentro de su vecindario, antiguos ex compañeros de estudio, ajedrecistas, entrenadores o autoridades que me expresen algo que no sea halagos, respeto y simpatías hacia su persona. Creo que es uno de los seres más comunicativos que he conocido en nuestro sector, dispuesto siempre con la mayor humildad y franqueza a brindar su apoyo a todos sus amigos y conocidos.

Mis homólogos de la prensa son testigos de sus virtudes y todo lo que hace por el bien del ajedrez patrio. Pienso que si existe en la actualidad un paradigma de deportista, Leinier tiene el lugar más alto del podio dentro del movimiento deportivo cubano de este siglo XXl.

Si de resultados se trata, ahora mismo el güinero suma una buena cantidad de rayas para ubicarse de nuevo entre las estrellas del ajedrez mundial. Esperemos hasta el próximo 1 de octubre para conocer oficialmente su lugar en el listado de la FIDE.

Lo verdaderamente cierto es que Leinier – a mi manera de ver – mantiene bien, pero bien en alto la bandera de Cuba y aspira a otras inmensas satisfacciones.